sábado, 30 de junio de 2012

Andamios

Es increíble como podemos llegar a identificarnos con la literatura. Que magia ocurre entre que alguno escribe y otro lee y cree entenderle...

Santiago



Mario Benedetti

“...Javier se había aprontado para almorzar a solas en una mesa del fondo. Todavía no había asimilado del todo el relato de Nieves sobre la muerte de Ramón. Quería evaluar con serenidad ese hecho insólito, medir su profundidad, administrar para sí mismo la importancia de una imagen que le resultaba aterradora.
No obstante, el dieciochoañero Braulio está allí, inoportuno pero ineludible, y no se siente con ánimo de rechazarlo. Además, su presencia inopinada le despierta curiosidad.
-Sentate. ¿Querés comer algo?
-No. Ya almorcé. En todo caso, cuando termines de comer, a lo mejor te acepto un helado.
Javier queda a la espera de una explicación. La presunta amistad con Diego no es suficiente.
-Te preguntarás a qué viene este abordaje. Diego me ha hablado bien de vos. Dice que siempre fuiste amigo de su padre y que lo has ayudado. Además estuviste exiliado, en España creo. Conocés mundo. Conocés gente. Tenés experiencia.
Javier calla, aunque se da cuenta de que el otro aguarda un comentario.
-Aquí los muchachos de mi edad estamos desconcertados, aturdidos, confusos, qué sé yo. Varios de nosotros (yo, por ejemplo) no tenemos padre. Mi viejo, cuando cayó, ya estaba bastante jodido y de a poco se fue acabando en la cafúa. Lo dejaron libre un mes antes del final. Murió a los treinta y ocho. No es demasiada vida, ¿no te parece? Otros tienen historias parecidas. Mi vieja es una mujer vencida, sin ánimo para nada. Yo empecé a estudiar en el Nocturno, pero sólo aguanté un año. Tenía que laborar, claro, y llegaba a las clases medio dormido. Una noche el profe me mandó al patio porque mi bostezo había sonado como un aullido. Después abandoné. Mi círculo de amigos boludos es muy mezclado. Vos dirías heterogéneo. Bueno, eso. Cuando nos juntamos, vos dirías que oscilamos entre la desdicha y el agobio. Ni siquiera hemos aprendido a sentir melancolía. Ni rabia. A veces otros campeones nos arrastran a una discoteca o a una pachanga libre. Y es peor. Yo, por ejemplo, no soporto el carnaval. Un poco las Llamadas, pero nada más. El problema es que no aguanto ni el dolor ni la alegría planificados, obligatorios por decreto, con fecha fija. Por otra parte, el hecho de que seamos unos cuantos los que vivimos este estado de ánimo casi tribal, no sirve para unirnos, no nos hace sentir solidarios, ni entre nosotros ni con los otros; no nos convierte en una comunidad, ni en un foco ideológico, ni siquiera en una mafia. Somos algo así como una federación de solitarios. Y solitarias. Porque también hay mujercitas, con las que nos acostamos, sin pena ni gloria. Cogemos casi como autómatas, como en una comunión de vaciamientos (¿qué te parece la figura poética?). Nadie se enamora de nadie. Cuando nos roza un proyecto rudimentario de eso que Hollywood llaman amor, entonces alguien menciona el futuro y se nos cae la estantería. ¿De qué futuro me hablás?, decimos casi a coro, y a veces casi llorando. Ustedes (vos, Fermín, Rosario y tantos otros) perdieron, de una u otra forma los liquidaron, pero al menos se habían propuesto luchar por algo, pensaban en términos sociales, en una dimensión nada mezquina. Los cagaron, es cierto. Quevachachele. Los metieron en cana, o los movieron de lo lindo, o salieron con cáncer, o tuvieron que rajar. Son precios tremendos, claro, pero ustedes sabían que eran desenlaces posibles, vos dirías verosímiles. Es cierto que ahora están caídos, descalabrados, se equivocaron en los pronósticos y en la medida de las propias fuerzas. Pero están en sosiego, al menos los sobrevivientes. Nadie les puede exigir más. Hicieron lo que pudieron ¿o no? Nosotros no estamos descalabrados, tenemos los músculos despiertos, el rabo todavía se nos para, pero ¿qué mierda hicimos? ¿Qué mierda proyectamos hacer? Podemos darle que darle al rock o ir a vociferar al Estadio para después venir al Centro y reventar vidrieras. Pero al final de la jornada estamos jodidos, nos sentimos inservibles, chambones, somos adolescentes carcamales. Basura o muerte. Uno de nosotros, un tal Paulino, una noche en que sus viejos se habían ido a Piriápolis, abrió el gas y emprendió la retirada, una retirada más loca, vos dirías hipocondríaca, que la de los Asaltantes con Patente, murga clásica si las hay. Te aseguro que el proyecto del suicidio siempre nos ronda. Y si no nos matamos es sobre todo por pereza, por pelotudez congénita. Hasta para eso se necesita coraje. Y somos muy cagones.
-Vamos a ver. Dijiste que sos amigo de Diego. ¿Él también anda en lo mismo?
-No. Diego no. No integra la tribu. Yo lo conozco porque fuimos compañeros en primaria y además somos del mismo barrio. Quizá por influencia de sus viejos, Diego es un tipo mucho más vital. También está desorientado, bueno, moderadamente desorientado, pero es tan inocente que espera algo mejor y trata de trabajar por ese algo. Parece que Fermín le dijo que hay un español, un tal Vázquez Montalbán, que anuncia que la próxima revolución tendrá lugar en octubre del 2017, y Diego se da ánimos afirmando que para ese entonces él todavía será joven. ¡Le tengo una envidia!
-¿Y se puede saber por qué quisiste hablar conmigo?
-No sé. Vos venís de España. Allí viviste varios años. Quizá los jóvenes españoles encontraron otro estilo de vida. Hace unas semanas, un amiguete que vivió dos años en Madrid me sostuvo que la diferencia es que aquí, los de esta edad, somos boludos y allá son gilipollas. Y en cuanto a las hembras, la diferencia es que aquí tienen tetas y allá tienen lolas. Y también que aquí se coge y allá se folla. Pero tal vez es una interpretación que vos llamarías baladí, ¿no?, o quizá una desviación semántica.
-¿Querés hablar en serio o sólo joder con las palabras? Bueno, allá hay de todo. Para ser ocioso con todas las letras hay que pertenecer a alguna familia de buen nivel. No es necesaria mucha guita (ellos dicen pasta) para reunirse todas las tardes frente a un bar, en la calle, y zamparse litronas de cerveza, apoyándolas en los coches estacionados en segunda fila, pero concurrir noche a noche a las discotecas, sobre todo si son de la famosa “ruta del bakalao”, nada de eso sale gratis. Algunos papás ceden a la presión de los nenes y les compran motos (son generalmente los que se matan en las autovías); otros progenitores más encumbrados les compran coches deportivos (suelen despanzurrarse en alguna Curva de la Muerte, y de paso consiguen eliminar al incauto que venía en sentido contrario).
-Después de todo no está mal crepar así, al volante de una máquina preciosa.
-No jodas. Y está la droga.
-Ah no. Eso no va conmigo. Probé varias y prefiero el chicle. O el videoclip.
-Quiero aclararte algo. Todos ésos: los motorizados, los del bakalao, los drogadictos, son los escandalosos, los que figuran a diario en la crónica de sucesos, pero de todos modos son una minoría. No la tan nombrada minoría silenciosa pos-Vietnam, sino la minoría ruidosa pre-Maastricht. Pero hay muchos otros que quieren vivir y no destruirse, que estudian o trabajan, o buscan afanosamente trabajo (hay más de dos millones de parados, pero no es culpa de los jóvenes), que tienen su pareja, o su parejo, y hasta conciben la tremenda osadía de tener hijos; que gozan del amor despabilado y simple, no el de Hollywood ni el de los culebrones venezolanos sino el posible, el de la cama monda y lironda. No creas que el desencanto es una contraseña o un emblema de todas las juventudes. Yo diría que más que desencanto es apatía, flojera, dejadez, pereza de pensar. Pero también hay jóvenes que viven y dejan vivir.
-¡Ufa! ¡Qué reprimenda! Te confieso que hay tópicos de tu franja o de las precedentes o de las subsiguientes, que me tienen un poco harto. Que el Reglamento Provisorio, que el viejo Batlle, que el Colegiado, que Maracaná, que tiranos temblad, que el Marqués de las Cabriolas, que el Pepe Schiaffino, que Atilio García, que el Pueblo Unido Jamás Será Vencido, que los apagones, que los cantegriles, que Miss Punta del Este, que la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado, que la Vuelta Ciclista, que las caceroleadas, que la puta madre. Harto, ¿sabes lo que es harto?. Con todo te creía más comprensivo.
-Pero si te comprendo. Te comprendo pero no me gusta. Ni a vos te gusta que te comprenda. No estoy contra vos, sino a favor. Me parece que en esta ruleta rusa del hastío, ustedes tienden de a poco a la autodestrucción.
-Quién sabe. A lo mejor tenés razón. Reconozco que para mí se acabaron la infancia y su bobería, el día (tenía unos doce años) en que no lloré viendo por octava vez a Blanca Nieves y los 7 enanitos. A partir de ese Rubicón, pude odiar a Walt Disney por el resto de mis días. ¿Sabés una cosa? A veces me gustaría meterme a misionero. Pero eso sí, un misionero sin Dios ni religión. También Dios me tiene harto.
-¿Y por qué no te metes?
-Me da pereza, como vos decís, pero sobre todo miedo. Miedo de ver al primer niño hambriento de Ruanda o de Guatemala y ponerme a llorar como un babieca. Y no son lágrimas lo que ellos precisan.
-Claro que no. Pero sería un buen cambio.
-De pronto pienso: para eso está la Madre Teresa. Claro que tiene el lastre de la religión. Y yo, en todo caso, querría ser un misionero sin Dios. ¿Sacaste la cuenta de cuánto se mata hoy día en nombre de Dios, cualquier dios?
-Quién te dice, a lo mejor inaugurás una nueva especie: los misioneros sin Dios. No estaría mal. Siempre que además fuera sin diablo.
-¿Creés que algún día podré evolucionar de boludo a gilipollas?
-Bueno, sería casi como convertir el Mercosur en Maastricht...”
FIN

Mara

Dedicada a una desaparecida de la dictadura militar Argentina, es hermoso ver y escuchar lo que Victor pudo hacer con el dolor que le toco de muy cerca.

Santiago


Victor Heredia

Ya sabemos donde están las cosas muertas, esos rostros de asesinos que regresan a explicarnos que jamás hicieron nada, no sé bien donde poner tanta tristeza. Hoy tratemos de olvidar tanta mentira, no quisiera darte un beso con tal pena que presientas otra vez esas heridas, destilando su dolor de cosas viejas. Mara, Mara, Mara, déjame sentarme aquí a pensar tan sólo en vos a mirar en tus ojos estrellas más grandes que el sol.
Al final la vida tiene esa costumbre de mezclar su cubilete de tal forma, que no hay quien pueda llegar hasta la cumbre sin sufrir estrictamente algunas normas. Hoy sé bien adonde están las cosas muertas, no me vengan con oscuras bendiciones, sólo quiero un beso tibio de la vida sin recuerdos de tortura y dictadores. Mara, Mara, Mara, déjame sentarme aquí a pensar tan sólo en vos a mirar en tus ojos estrellas más grandes que el sol.


jueves, 21 de junio de 2012

La Verdad es una tierra sin caminos

Algo fabuloso debe de haber sido prepararse durante 18 años para las enseñanzas del salvador del mundo y escuchar eso. Que momento...

Santiago



 

Disolución de la Orden de la Estrella




La Orden de la Estrella de Oriente fue fundada en 1911 para proclamar el advenimiento del Instructor del Mundo. Krishnamurti fue designado Jefe de la Orden. El 2 de agosto de 1929, día de apertura del Campamento Anual de la Estrella, celebrado en Ommen, Holanda, Krishnamurti, disolvió la Orden ante tres mil miembros. Este es el texto completo de la plática que ofreció en esa ocasión.


Vamos a discutir esta mañana la disolución de la Orden de la Estrella. Muchos se alegrarán y otros se sentirán más bien tristes. Esta no es una cuestión de regocijo ni de tristeza, porque es algo inevitable, como voy a explicarlo.
Quizás recuerden ustedes la historia de cómo el diablo y un amigo suyo estaban paseando por la calle cuando vieron delante de ellos a un hombre que levantaba algo del suelo y, después de mirarlo, se lo guardaba en el bolsillo. El amigo preguntó al diablo: "¿Qué recogió ese hombre?" "Recogió un trozo de la Verdad", contestó el diablo. "Ese es muy mal negocio para ti, entonces", dijo su amigo. "Oh, no, en absoluto", replicó el diablo, "voy a dejar que la organice".
Yo sostengo que la Verdad es una tierra sin caminos, y no es posible acercarse a ella por ningún sendero, por ninguna religión, por ninguna secta. Ese es mi punto de vista y me adhiero a él absoluta e incondicionalmente. La Verdad, al ser ilimitada, incondicionada, inabordable por ningún camino, no puede ser organizada; ni puede formarse organización alguna para conducir o forzar a la gente a lo largo de algún sendero en particular. Si desde el principio entienden eso, entonces verán cuan imposible es organizar una creencia. Una creencia es un asunto puramente individual, y no pueden ni deben organizarla. Si lo hacen, se torna en algo muerto, cristalizado; se convierte en un credo, una secta, una religión que ha de imponerse a los demás. Esto es lo que todo el mundo trata de hacer. La Verdad se empequeñece y se transforma en un juguete para los débiles, para los que están sólo momentáneamente descontentos. La Verdad no puede rebajarse, es más bien el individuo quien debe hacer el esfuerzo de elevarse hacia ella. Ustedes no pueden traer la cumbre de la montaña al valle. Si quieren llegar a la cima de la montaña, tienen que atravesar el valle y trepar por las cuestas sin temor a los peligrosos precipicios. Tienen que ascender hacia la Verdad, esta no puede "descender" ni organizarse para ustedes. El interés en las ideas es sostenido principalmente por las organizaciones, pero las organizaciones sólo despiertan el interés desde afuera. El interés que no nace del amor a la Verdad por sí misma, sino que es despertado por una organización, no tiene valor alguno. La organización se convierte en una estructura dentro de la cual sus miembros pueden encajar convenientemente. Ellos no se esfuerzan más por alcanzar la Verdad o la cumbre de la montaña, sino que más bien tallan para sí mismos un nicho conveniente donde se colocan, o dejan que la organización los coloque, y consideran que, debido a eso, la organización ha de conducirlos hacia la Verdad.
De modo que esta es la primera razón, desde mi punto de vista, por la que la Orden de la Estrella debe ser disuelta. A pesar de esto ustedes formarán probablemente otras Ordenes, continuarán perteneciendo a otras organizaciones que buscan la Verdad. Yo no quiero pertenecer a ninguna organización de tipo espiritual; por favor, comprendan esto. Yo haría uso de una organización que me llevara de aquí a Londres, por ejemplo; ésta es una clase por completo diferente de organización, meramente mecánica, como el correo o el telégrafo. Yo usaría un automóvil o un buque de vapor para viajar, estos son sólo mecanismos físicos que nada tienen que ver con la espiritualidad. Por otra parte, sostengo que ninguna organización puede conducir al hombre a la espiritualidad.
Si se crea una organización para este propósito, ella se convierte en una muleta, en una debilidad, en una servidumbre que por fuerza mutila al individuo y le impide crecer, establecer su unicidad que descansa en el descubrimiento que haga, por sí mismo, de esta Verdad absoluta e incondicional. Por lo tanto, esa es otra de las razones por las que he decidido, ya que soy el Jefe de la Orden, disolverla. Nadie me ha persuadido para que tome esta decisión.
Esta no es ninguna magnífica proeza, porque yo no deseo seguidores, y esto es lo que quiero significar. En el momento en que siguen a alguien, dejan de seguir a la Verdad. No me preocupa si prestan o no prestan atención a lo que digo, deseo hacer cierta cosa en el mundo y voy a hacerla con resuelta concentración. Sólo estoy interesado en una cosa esencial: Hacer que el hombre sea libre. Deseo liberarlo de todas las jaulas, de todos los temores, y no fundar religiones, nuevas sectas, ni establecer nuevas teorías y nuevas filosofías. Entonces, como es natural, me preguntarán por qué recorro el mundo hablando continuamente. Les diré por qué lo hago. No es porque desee que me sigan ni porque desee un grupo especial de discípulos selectos. (¡Cómo gustan los hombres de ser diferentes de sus semejantes, por ridículas, absurdas o triviales que puedan ser sus distinciones! No quiero alentar ese absurdo). No tengo discípulos ni apóstoles, ya sea en la tierra o en el reino de la espiritualidad.
Tampoco es la tentación del dinero, ni es el deseo de vivir una vida cómoda lo que me atrae. ¡Si yo quisiera llevar una vida cómoda no vendría a un Campamento ni viviría en un país húmedo! Estoy hablando francamente porque quiero que esto quede establecido de una vez por todas. No deseo que estas discusiones infantiles se repitan año tras año.
Un periodista que me ha entrevistado, consideraba un acto grandioso disolver una organización en la que había miles y miles de miembros. Para él esto era una gran acción, porque dijo: "¿Qué hará usted después, cómo vivirá? No tendrá seguidores, la gente no le escuchará." Con que sólo haya cinco personas que escuchen, que vivan, que tengan sus rostros vueltos hacia la eternidad, será suficiente ¿De qué sirve tener miles que no comprenden, que estén por completo embalsamados en sus prejuicios, que no desean lo nuevo, sino que más bien desean traducir lo nuevo para que se acomode a sus propias personalidades estériles, estancadas? Si hablo enérgicamente no me entiendan mal, por favor, no es por falta de compasión. Si acuden a un cirujano para una operación, ¿no es bondad de su parte operar aunque les cause dolor? Así, de igual modo, si yo hablo francamente no es por falta de verdadero afecto; al contrario. Como he dicho, tengo solamente un propósito: hacer que el hombre sea libre, impulsarlo hacia la libertad, ayudarle a que rompa con todas sus limitaciones, porque sólo eso habrá de darle la felicidad eterna, la realización no condicionada del ser.
Porque soy libre, no condicionado, total—no una parte, no lo relativo, sino la Verdad total que es eterna—deseo que aquellos que buscan comprenderme sean libres; que no me sigan, que no hagan de mi una jaula que se tornará en una religión, una secta. Más bien deberían liberarse de todos los miedos: del miedo de la religión, del miedo de la salvación, del miedo de la espiritualidad, del miedo del amor, del miedo de la muerte, del miedo de la vida misma. Así como un artista pinta un cuadro porque se deleita en esa pintura, porque ella es la expresión de su ser, su bienestar, su gloria, así hago yo esto, y no porque quiera nada de nadie.
Ustedes están acostumbrados a la autoridad, o a la atmósfera de autoridad, la cual creen que va a conducirlos a la espiritualidad. Creen y esperan que otro, por sus extraordinarios poderes—un milagro—podrá transportarlos a ese reino de libertad eterna que es la Felicidad. Toda la perspectiva que tienen de la vida está basada en esa autoridad.
Me han escuchado durante tres años sin que ningún cambio se operara en ustedes, salvo en algunos pocos. Ahora, analicen lo que estoy diciendo, sean críticos para que puedan alcanzar una comprensión profunda, fundamental. Cuando buscan una autoridad que los conduzca a lo espiritual, se obligan automáticamente a crear una organización alrededor de esa autoridad. Por la creación misma de esa organización que suponen ha de ayudar a esta autoridad para que les guíe hacia la vida espiritual, quedan presos en una jaula.
Si yo les hablo francamente, recuerden, por favor, que no lo hago así por dureza ni por crueldad ni a causa del entusiasmo por mi propósito, sino porque deseo que comprendan lo que estoy diciendo. Esa es la razón por la que están aquí, y sería una pérdida de tiempo si yo no explicara claramente, decisivamente, mi punto de vista.
Durante dieciocho años se han estado preparando para este acontecimiento, para la Venida del Instructor del Mundo. Durante dieciocho años se han organizado, han esperado a alguien que viniera a dar un nuevo deleite a sus corazones y mentes, que transformara por completo sus vidas otorgándoles una nueva comprensión; a alguien que los elevara a un nuevo plano de existencia, que les diera un nuevo estímulo, que los hiciera libres, ¡y vean ahora lo que está sucediendo! Piensen, razonen consigo mismos y descubran de qué manera esa creencia los ha hecho diferentes, no con la superficial diferencia de llevar una insignia, lo cual es trivial, absurdo. ¿En qué forma una creencia así ha barrido con todas las cosas no esenciales de la vida? Esta es la única manera de juzgar: ¿En qué forma son más libres, más grandes, más peligrosos para toda Sociedad que esté basada en lo falso y en lo no esencial? ¿En qué forma los miembros de esta Organización de la Estrella han llegado a ser diferentes?
Como dije, ustedes se han estado preparando para mí durante dieciocho años. No me preocupa si creen o no creen que soy el Instructor del Mundo. Eso es de muy poca importancia. Puesto que pertenecen a la Organización de la Orden de la Estrella, han entregado su simpatía, su energía, aceptando que Krishnamurti es el Instructor del Mundo—parcial o totalmente; totalmente para aquellos que en verdad están buscando, sólo parcialmente con quienes están satisfechos con sus propias verdades a medias—.
Se han estado preparando durante dieciocho años, y miren cuántas dificultades tienen ustedes en su camino hacia la comprensión, cuántas complicaciones, cuántas cosas triviales. Sus prejuicios, sus miedos, sus autoridades, sus iglesias nuevas y viejas... Todas esas cosas, sostengo, son una barrera para la comprensión. No puedo ser más claro que esto. No quiero que estén de acuerdo conmigo, no quiero que me sigan, quiero que comprendan lo que estoy diciendo.
Esta comprensión es necesaria porque la creencia de ustedes no los ha transformado, sino que solo los ha complicado, y porque no están dispuestos a afrontar las cosas como son. Lo que desean es tener sus propios dioses, dioses nuevos en lugar de los viejos, religiones nuevas en lugar de las viejas, nuevas formas en vez de las viejas, todas cosas inútiles, barreras, imitaciones, muletas. En lugar de las viejas distinciones espirituales, tienen ustedes nuevas distinciones espirituales, en lugar de los viejos cultos, tienen cultos nuevos. Todos dependen de algún otro para su espiritualidad, para su felicidad, para su iluminación; y aunque se han estado preparando para mí durante dieciocho años, cuando yo digo que todas estas cosas son innecesarias, cuando digo que deben descartarlas todas y mirar dentro de sí mismo para la iluminación, para la gloria, para la purificación e incorruptibilidad del ser, ninguno de ustedes quiere hacerlo. Puede que haya unos pocos, pero son muy, muy pocos. ¿Para qué, pues, tener una organización?
¿Por qué personas falsas, hipócritas, me han seguido a mí, la encarnación de la Verdad? Recuerden, por favor, que no estoy diciendo cosas duras o crueles, sino que hemos llegado a una situación en que deben ustedes enfrentarse a las cosas tal como son. El año pasado dije que no transigiría. Muy pocos me escucharon entonces. Este año he puesto eso absolutamente en claro. No se cuántos miles en el mundo—miembros de la Orden—han estado preparándose para mí durante dieciocho años; sin embargo, ahora no están dispuestos a escuchar incondicionalmente, totalmente, lo que digo. ¿Para qué, pues, tener una organización?
Como dije antes, mi propósito es hacer que los hombres sean incondicionalmente libres, porque sostengo que la única espiritualidad es la incorruptibilidad del propio ser, que es eterno, que es la armonía entre la razón y el amor. Esta es la absoluta incondicionada Verdad que es la Vida misma. Deseo, por lo tanto, que el hombre sea libre, que se regocije como el pájaro en el cielo claro; libre de toda carga, independiente, extático en esa libertad. Y yo, para quien ustedes se han estado preparando durante dieciocho años, digo ahora, que deben liberarse de todas estas cosas, liberarse de sus complicaciones, de sus enredos. Para esto no necesitan tener una organización basada en la creencia espiritual. ¿Por qué tener una organización para cinco o diez personas en el mundo, que comprenden, que luchan, que han desechado todas las cosas triviales? Y para los débiles no puede haber organización alguna que les ayude a encontrar la Verdad, porque la Verdad está en cada uno de nosotros; no está lejos ni cerca; está eternamente ahí.
Las organizaciones no pueden hacerlos libres. Ningún hombre puede, desde afuera, hacerlos libres; ni un culto organizado ni la propia inmolación a una causa puede hacerlos libres. Ustedes utilizan una máquina de escribir para su correspondencia, pero no la ponen en un altar para adorarla. Sin embargo, eso es lo que están haciendo cuando las organizaciones se convierten en la principal preocupación de ustedes. "¿Cuántos miembros hay en ella?" Esta es la primera pregunta que me hacen todos los reporteros. "¿Cuántos seguidores tiene? Por su número juzgaremos si lo que usted dice es verdadero o falso". Yo no sé cuántos son. No estoy interesado en eso. Aunque hubiera un solo hombre que halla podido liberarse, sería suficiente. Además, tienen ustedes la idea de que sólo ciertas personas poseen la llave para entrar en el Reino de la Felicidad. Nadie la posee. Nadie tiene la autoridad para poseerla. Esa llave es el propio ser de cada uno, y sólo en el desarrollo y la purificación y la incorruptibilidad de ese ser, está el Reino de la Eternidad.
Verán, pues, cuán absurda es toda la estructura que han creado buscando la ayuda externa, dependiendo de otros para el propio bienestar, para la propia felicidad, para la propia fortaleza. Estas cosas solamente pueden encontrarlas dentro de sí mismos. ¿Para qué, pues, tener una organización?
Se han acostumbrado que se les diga cuánto han avanzado, cuál es el grado espiritual que poseen. ¡Qué niñería! ¿Quién sino ustedes mismos puede decir si son hermosos o feos por dentro? ¿Quién sino ustedes mismos puede decir si son incorruptibles? Ustedes no son serios en estas cosas. ¿Para qué, pues, tener una organización?
Pero aquellos que realmente deseen comprender, que traten de descubrir lo que es eterno, sin principio y sin fin, marcharán juntos con mayor intensidad y serán un peligro para todo lo que no es esencial, para las irrealidades, para las sombras. Y ellos se reunirán y se volverán la llama, porque habrán comprendido. Un cuerpo así es el que debemos crear y tal es mi propósito. Gracias a esa verdadera comprensión habrá una verdadera amistad. A causa de esa verdadera amistad—que al parecer ustedes no conocen—habrá verdadera cooperación de parte de cada uno. Y esto no por motivo de la autoridad, ni por la salvación, ni por la inmolación a una causa, sino porque realmente han comprendido y, en consecuencia, son capaces de vivir en lo eterno. Esto es algo más grande que todo placer y que todo sacrificio.
Estas son, pues, algunas de las razones por las que, después de haberlo considerado cuidadosamente durante dos años, he tomado esta decisión. No proviene de un impulso momentáneo. No he sido persuadido a ello por nadie—no me dejo persuadir en tales cosas—. Durante dos años he estado pensando en esto, despacio, cuidadosamente, pacientemente, y he decidido ahora disolver la Orden, puesto que soy su Jefe. Pueden formar otras organizaciones y esperar por algún otro. Esto no me concierne, como tampoco me concierne crear nuevas jaulas y nuevas decoraciones para esas jaulas. Mi único interés es hacer que los hombres sean absolutamente, incondicionalmente libres.

domingo, 17 de junio de 2012

LA GUERRA IMPERIALISTA: CÓMO FUNCIONA EL FMI

Hace poco encontre este reportaje excepcional que Sol Alameda le hiciera a Joseph Stiglitz y se publicara en el Diario El Pais de España en el 2002 (Hoy lamentablemente no lo encuentro en la web). En ese momento los Argentinos entendiamos perfectamente de lo que hablaba Stiglitz, lo habiamos sufrido en carne propia. Hoy otros paises pasan por lo mismo y siempre se salvan a los Bancos. Siguen yendose funcionarios del FMI hablando horrores de las politicas sistematicas del organismo....no es hora de que se haga algo con esto seriamente? A quien benefician estas politicas??


Santiago


Reportaje a JOSEPH STIGLITZ,
Premio Nobel de Economía
Sol Alameda (El País) - Julio de 2002
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Es un crítico excepcional de las instituciones financieras porque las conoce por adentro: trabajó en el FMI, en el gobierno de Clinton y en el Banco Mundial. En su último libro, y en este reportaje, pinta un panorama de soberbia, dogmatismo y ceguera ante el sufrimiento ajeno que explica por qué persisten en el error. Y también habla de la defensa a ultranza de los intereses económicos financieros y de las multinacionales.


-Su libro "El malestar en la globalización" está dedicado a sus padres. Dice que le enseñaron a preocuparse y a razonar. ¿A preocuparse por qué?

-Por los demás. Cuando uno es joven, normalmente habla con sus padres de lo
que quiere ser cuando crezca. Mis padres siempre me insistieron en que no
pensara en el dinero -cosa que resulta irónica para un economista-, que
pensara en aprender, en adquirir conocimientos y servir a los demás.


-¿Ese es el motivo por el que estudió economía?

-Me fascinaba la idea de intentar comprender el funcionamiento de los
sistemas económicos, sí. Pero, además, yo crecí en una ciudad llamada Gary,
en Indiana, en la que había mucha pobreza, mucha discriminación y
desocupados. Pronto se me hizo evidente que algo no marchaba bien en el
sistema económico. Yo quería comprender por qué las cosas funcionaban como
lo hacían, y descubrir qué se podía hacer para que funcionaran mejor. Y por
eso, aunque estudié física en el primer ciclo de universidad, luego decidí
que quería utilizar mis conocimientos matemáticos y mis facultades
analíticas para estudiar los problemas sociales.


-¿Ese impulso también fue lo que lo llevó a desear, años después, pasar de la teoría a poner en práctica sus ideas, a incorporarse al consejo de asesores económicos de Clinton?


-Sí. Antes me había dedicado a dos vías de investigación. Una era la teoría
económica fundamental, la economía de la información y una nueva reflexión
sobre los fundamentos de la economía, con el reconocimiento de que existen
imperfecciones en la información. La segunda vía, en la que trabajé mucho,
era la economía del sector público. Escribí un manual de economía pública.
Me parecía que la labor del sector público era importante para alcanzar
objetivos sociales más amplios. Cuando me uní a la administración de Clinton
lo hice con la idea de aplicar algunas de las ideas que había desarrollado.


-En su libro habla de su deseo de reinventar la Administración, de hacerla más sensible y eficiente. "Sabía que el Estado no iba a remediar todos los males del mercado -dice-, y no era tan bobo para creer que los mercados resolvían por sí los problemas sociales."


-En cierto modo, era la misma perspectiva que tenía el presidente Clinton,
aunque él careciera de una formación en teoría económica. Aquello se
convirtió en la filosofía de su gobierno, esta vía intermedia entre los
extremos del libre mercado y un exceso de regulación.


-Usted pone en entredicho el modelo de economía de mercado a ultranza. Como Keynes, piensa que el Estado debe estar presente e intervenir en ciertos sectores y decisiones.


-Es más que eso. Uno de los principales resultados de la labor que hice en
investigación teórica sobre economía de la información fue la demostración
de que una de las razones de que esa mano invisible que mueve las cosas
fuera invisible, era porque no estaba ahí. Que en realidad no hay ninguna
mano. En otras palabras, por detrás de la concepción fundamentalista del
mercado está el supuesto de información perfecta con mercados completos, y
ésa es una tesis que no tiene sentido en los países desarrollados. Y aún
menos en los menos desarrollados.


-Dice usted que, cuando llegó a la Administración de Clinton, le sorprendió ver que tanto en la Casa Blanca como en el Fondo se tomaban a veces decisiones basadas en criterios ideológicos y políticos, en vez de atender criterios económicos.


-En cierto sentido, no me sorprendió que ocurriera en la Casa Blanca. Pero
lo que me pareció especialmente inquietante fue que la ideología y la
política tuvieran un papel tan importante en las instituciones económicas
internacionales, en las cuales se suponía que estaban presentes
profesionales de la economía. Por ejemplo, la investigación nos había
demostrado que la liberalización de los mercados de capitales produciría más
inestabilidad, pero no más crecimiento económico. Lo sabíamos, la ciencia
económica no lo recomendaba, y, sin embargo, el FMI seguía promoviendo esa
liberalización. Sus motivos para hacerlo eran ideológicos y políticos,
actuaban de acuerdo con los intereses de los mercados financieros. A través
de la presión que dichos mercados ejercían en el Tesoro de Estados Unidos, y
de la presión que el Tesoro ejercía en el FMI.


-Cuando se llega al final de su libro, el lector se puede hacer una pregunta: ¿Quién decide lo que ocurre en el mundo, con la economía de los países, con la riqueza y la pobreza de los millones de personas?


-Una de las cosas para las que me ha servido la experiencia de estar en el
gobierno y el Banco Mundial es saber que no hay una persona única que tome
las decisiones. Es un proceso complejo en el que entran muchas fuerzas. Ni
siquiera el propio presidente de Estados Unidos toma la mayor parte de las
decisiones. Tampoco él tiene la información necesaria. Serían demasiadas
decisiones para él, y hay que tener en cuenta la información que recibe.
Porque los distintos grupos intentan controlar la información que llega
hasta el presidente.


-Pero alguien, algunos, están a la cabeza de la toma de decisiones. ¿Cómo se hace, quiénes lo hacen?


-En el libro intento dejar claro el papel fundamental de los intereses
creados: los financieros, los de las grandes empresas. Pero también insisto
en que hay otros casos muy importantes en los que también entran en juego
otras fuerzas. Por ejemplo, el movimiento Jubileo 2000 tuvo mucha influencia
en el alivio de la deuda. El FMI se resistía, pero la sociedad civil tenía
tanta fuerza que venció esos intereses. Dentro del propio Banco Mundial, por
ejemplo, hay muchos economistas que están preocupados por la pobreza o el
medio ambiente. De forma que esas cuestiones también se plantean. Y ésa es
una de las razones por las que los debates en el Banco están más
equilibrados que en el FMI.

-¿Es el FMI el que diseña las políticas?


-Diseña sobre todo las políticas macroeconómicas y las del sector
financiero. Por desgracia, es frecuente que, para que un país obtenga ayuda
de la UE o del Banco Mundial, el FMI tenga que aprobarlo. Así que, en ese
sentido, tiene un poder desproporcionado. Hay pocos casos en los que no haya
sido así. Una de esas ocasiones la cuento en el libro, cuando el Fondo anuló
el programa de Etiopía, pero el Banco Mundial reconoció que sus políticas
económicas eran las acertadas y triplicó su préstamo. Pero es muy difícil
conseguirlo, y ocurre muy pocas veces.


-El Tesoro y el FMI, en las crisis de los países en desarrollo, tomaron medidas y dieron recetas que no resolvían los problemas, pero encajaban con los intereses o la ideología de los poderosos. ¿Qué significa esto desde el punto de vista moral?


-Quiere decir que se aprovechaban de la situación del país en crisis para
promover su ideología y sus intereses. Por ejemplo, en la crisis de Corea
del Sur, dijeron al gobierno coreano que, si quería dinero, tenía que hacer
una serie de cosas, como cambiar las prioridades del banco central. Resulta
que en Estados Unidos, su banco central, que es la Reserva Federal, se
preocupa por la inflación, el empleo y el crecimiento, y que los
norteamericanos creen firmemente que debe preocuparse más por el empleo y el
crecimiento, y no tanto por la inflación. Pues bien, en Corea, donde no
tenían ningún problema de inflación, no les dieron alternativa; les dijeron
que tenían que centrarse en la inflación, y olvidarse del empleo y el
crecimiento. Otro ejemplo: Corea había aceptado abrir sus mercados a
productos procedentes de otros países con un calendario determinado, pero se
les obligó a abrirlos a mucha más velocidad. Y, por supuesto, un período de
recesión es el peor momento para hacerlo, porque puede empeorar la situación
mucho más. Se suponía que el FMI debía ayudar a mejorar la crisis, no
agudizarla. Fue un puro ejercicio de poder.


-¿Cuántas veces pasa eso, cuál es el porcentaje?


-Por lo menos el 50 por ciento de las veces. El problema es que, en muchas
ocasiones, la situación no es ni blanca ni negra. Por ejemplo, Etiopía fue
un caso extraordinario. Su política macroeconómica era sobresaliente, y sin
embargo el FMI le dio un suspenso. ¿Por qué? Quería ejercer su poder. Ahora
bien, la mayoría de las veces, las cosas no son tan claras. El país tiene
una política no tan buena, y cuando el FMI no la aprueba no es tan fácil
defenderla ni acusar al Fondo de injusticia ni valorar el efecto que las
políticas del Fondo pueden llegar a tener.


-Algunos jefes de gobierno le han contado, entristecidos, que, a pesar de que las recetas del FMI eran malas para ellos, no podían negarse. Como si estuvieran sometidos a un gendarme internacional.


-Tenían miedo de que, si no estaban de acuerdo con el FMI, éste les
suspendería. Y entonces, no solamente no recibirían el dinero que les iba a
dar el Fondo, sino que tampoco recibirían el del Banco Mundial ni el de la
UE. Y que, debido a esas malas notas, también les sería muy difícil
conseguir dinero de inversores privados. Pero además tenían miedo de que el
mero hecho de hablar con franqueza diera los mismos resultados, que el FMI
pensara que se le estaban enfrentando, contestando de mala manera, y que el
Fondo los castigara, se vengara de ellos. Es decir, tenían la impresión de
que ni siquiera podían mantener un debate sincero.


-¿Es tal como lo cuenta, que el Fondo llega a un país, pasa cuatro días, les exige cumplir una receta, que es la misma en todos los casos, y se va? Y luego dicen que los políticos son corruptos.


-Ellos ponen una serie de condiciones... Por ejemplo, que el Parlamento de
ese país tiene que aprobar determinada ley en un plazo de 30 días, y otra
ley en un plazo de 60 días. Pero, claro, todo el que ha participado en
procesos democráticos sabe que no se puede reformar un sistema de Seguridad
Social o de pensiones en 30 días. Que hacen falta meses e incluso años de
discusiones para alcanzar un consenso social.


-¿Subsiste un cierto desprecio, racismo, y una continuación del viejo colonialismo, en esa manera de tratar a los países en desarrollo?


-En el siglo XIX, cuando México no pudo pagar su deuda, los ejércitos
británico y francés desembarcaron. Por suerte, hoy no se hace eso.


-¿Cómo se hace?


-Hoy, el país se enfrenta a una crisis y el FMI le dice que, si quiere más
dinero, tiene que hacer tal cosa. Hay una fotografía muy significativa, en
la que Michel Camdessus (anterior responsable del FMI) está sentado así,
mirando por encima del hombro al presidente de Indonesia, mientras éste
firma la cesión de la soberanía económica. Hay incluso una farsa permanente,
que consiste en que el país redacta una carta de intención, en la que
detalla lo que piensa hacer, y la envía al FMI; pero es el FMI el que le ha
dicho previamente lo que tiene que escribir. Se lo han dictado.



-¿Podría contarnos cómo funciona el FMI? ¿Cómo se deciden las conclusiones que darán lugar a sus políticas económicas?


-En el FMI no hay más que un país que tenga el derecho de veto: Estados Unidos.


-¿Y el resto de los países, qué papel tienen?


-Una de las cosas más curiosas que ocurren es que, a menudo, el
representante de un país en el FMI es muy distinto al representante de ese
mismo país en el Banco Mundial. Si se oyen las discusiones del representante
estadounidense en un organismo y el representante en el otro, no parece que
pertenezcan al mismo país. Por ejemplo, la representante de Estados Unidos
en el Banco Mundial fue una mujer muy activa, que había sido compañera de
habitación de Hillary Clinton en la Universidad, había estado al mando del
personal de la Casa Blanca y había trabajado en un banco norteamericano,
Chicago South Shore, que concedía microcréditos en los guetos de Chicago.
Por tanto, dentro del Banco Mundial estuvo siempre muy interesada por el
desarrollo y pudo resistirse a las presiones del Tesoro. Porque a veces se
puede resistir. Mientras tanto, el representante estadounidense en el FMI
era partidario de esa cultura de línea dura que existe en el Fondo, que
consiste en hablar de que el país en cuestión tiene que hacerse a la idea de
pasarla mal, tiene que centrarse en la lucha contra la inflación... Una
línea que, hablando del papel que desempeñan el resto de los países socios
del Fondo, muchas veces acaban asumiendo las personas que acuden a esas
reuniones, por mucho que su punto de partida fuera otro totalmente distinto.
En cambio, en el Banco suelen estar más preocupados por el desarrollo. Creo
que es muy importante que los demás países empiecen a alzar su voz. En el
Banco hay varios que han asumido firmes posturas en defensa del desarrollo y
se interesan enormemente por los problemas relacionados con la pobreza. De
tal forma que sirven de contrapeso a las posturas de Estados Unidos.


-Quienes representan a los países en las reuniones del Fondo son los ministros de Economía. Usted sostiene que en muchas ocasiones esos ministros están ligados a los grandes bancos y las grandes industrias.


-Sí. Un ejemplo es el secretario del Tesoro, que procedía de Goldman Sachs y
después fue a trabajar a Citibank. El número dos del FMI procedía de la
Universidad, y cuando se fue, pasó a ser número dos de ese secretario del
Tesoro en ese mismo banco. Desde fuera, podría parecer que fue una
recompensa por cumplir órdenes. Yo no digo que fuera así, pero no tiene muy
buen aspecto.


-Añade usted que esos ministros que van al Fondo también van a defender los intereses de las grandes empresas de cada uno de esos países.


-Sí. En el caso de Estados Unidos se ha visto de forma clarísima.


-Se llega a la conclusión de que estamos en manos de las grandes multinacionales.


-Yo intento decir que también hay otras fuerzas que intervienen... Pero hay
una cosa curiosa, y es que cuando las autoridades del Fondo están tomando
estas decisiones, ellos no tienen la impresión de estar actuando para
favorecer a las grandes empresas. Ellos ven el mundo a través de otra
perspectiva, de otros ojos. Ven las cosas a través de la ideología, y, si se
les dice algo al respecto, negarán estar defendiendo los intereses de las
grandes empresas. Dirán que todo lo hacen en interés de los países en vías
de desarrollo. Afirmarán que, esos países hacen lo que les han dicho, se
verá que ésas son las mejores políticas posibles para ellos.


-Lo siguen diciendo, a pesar de que esas políticas han fracasado muchas veces. ¿Son unos hipócritas?


-El caso es que pueden tener razón en algunas de las cosas que dicen... Por
ejemplo, si un país gasta mucho más de lo que ingresa, es evidente que
acabará teniendo problemas. Pero lo más curioso es que, como es natural, a
los bancos les interesa conceder préstamos, y lo que deberían decir a esos
países es que, incluso si no piden más que un préstamo limitado, los bancos
son muy volubles, y pueden estar dispuestos a prestar dinero en un momento
en el que el país no lo necesita tanto, y, en cambio, cuando de verdad lo
necesite, le van a exigir que se lo devuelva, y con intereses muy elevados.
Pero nadie advierte a esos países que hay que ser muy cuidadosos con los
préstamos. Los bancos promueven cosas como la liberalización de los mercados
de capitales, pese a que todas las pruebas indican que es perjudicial para
los países. Pero ellos creen que es beneficioso para los países en cuestión,
tienen su opinión formada, y no quieren fijarse en las pruebas. No quieren
ver las estadísticas. En el caso de la crisis de los países asiáticos, quise
abrir un debate sobre el impacto que podían tener esas políticas en cada
país, pero el FMI se negó a sostener ninguna discusión en público. Y yo
dije: "Pero estamos hablando de instituciones democráticas en las que se
supone que debe existir una política de transparencia". Pero no hubo nada
que hacer.


-¿Por eso ha escrito el libro?


-En parte ha sido por eso. Creo que es importante que la gente de fuera
pueda saber lo que ocurre dentro de esas instituciones. A ellos les gusta
dar la impresión de que son la autoridad suprema y siempre toman las
decisiones acertadas, pero me parece que éste es un buen momento para que la
gente se entere de lo que ocurre. Con el fracaso en la Argentina, los
fracasos de Brasil y Rusia, la gente es más consciente de que las cosas no
van tan bien como ellos dicen. Es importante constatar que no se trata de
fracasos aislados. El FMI encuentra siempre alguna excusa para justificar el
fracaso; el país hizo tal cosa o no hizo todo lo que le decían; si no
hubiera sido por el Fondo, la situación habría empeorado todavía más...
Incluso cuando reconocen que han cometido un error, como en el caso de la
excesiva contracción de la política fiscal en el este de Asia, nunca se
preguntan por qué lo han cometido. Es como si hubiera sido un accidente. No
se plantean que pueda ser algo sistemático, que se trate de una falla del
modelo. A la siguiente ocasión, vuelven a cometer el mismo error.


-Lo alucinante es que todo eso cause tanta tristeza, pobreza y angustia a millones de personas y que el Fondo, aun viendo tantos fracasos para acabar con la crisis, se niegue a discutir lo que está haciendo.


-El problema es el modo en que miran las cosas, tienen una perspectiva muy
estrecha. Por ejemplo, en el Este asiático, cuando los tipos de cambio se
estabilizaron, pensaron que la crisis se había terminado, aunque la
desocupación seguía muy alta y los salarios muy bajos. Pero cuando los tipos
de cambio dejaron de caer, proclamaron la victoria.


-Pero ese empecinamiento en el error debe ocurrir porque el Fondo y el Tesoro americano sólo actúan de acuerdo con determinados intereses...


-Defendían intereses, sin duda. En el caso de la crisis asiática, su mayor
preocupación era garantizar la devolución del dinero a los grandes bancos
que habían hecho los préstamos. En el libro cuento que cuando propuse que
utilizaran la figura de la bancarrota, me contestaron que la bancarrota
sería profanar la santidad del contrato, sería como romper el contrato. No
les preocupaba el contrato social y no querían admitir que la bancarrota es
un elemento implícito de cualquier contrato de préstamo. Ya no se mete a la
gente en la cárcel por deudas. Al mismo tiempo, hay que reconocer que, si
bien defendían los intereses de los prestamistas -y en uno de los capítulos
del libro explico cómo se puede comprender lo que hace el FMI, poniéndose en
el lugar de los acreedores, y cómo entonces muchas cosas que no tenían
sentido pasan a tenerlo-, hay que reconocer que, cuando hacen las cosas,
ellos no piensan que están actuando por esa razón. Piensan que están
ayudando a ese país donde actúan.


-¿Ese modo de actuar nace de la política de Reagan y Thatcher en los años ochenta: de la doctrina del mercado como regulador supremo?


-Así es. Con Reagan tuvimos la liberalización del mercado financiero. Fue un
desastre. Tuvimos la crisis de las sociedades de ahorro y préstamos, que
costó varios miles de millones de dólares a los contribuyentes
estadounidenses. Yo digo en broma que Estados Unidos quiso compartir esa
experiencia con los países en vías de desarrollo, que no ha sido un acto
egoísta: quería que todos vieran por sí mismos las consecuencias de la
liberalización, para que ellos también tuvieran una crisis. Ja, ja. Pero es
muy llamativo que un país como Estados Unidos que estaba sufriendo las
consecuencias de la liberalización le dijera a otros países que también
liberalizaran sus mercados para que se encontraran con el mismo desastre. Me
parece incomprensible.


-¿Por qué se consolida esa situación?


-Es la continuación de los tres factores: perspectiva, ideología e
intereses. Por ejemplo, casi todos los economistas opinan que cuando hay una
recesión conviene tener una política fiscal de expansión. Es lo que
enseñamos en las clases de economía, en cualquier lugar del mundo. Cuando
Estados Unidos sufrió un bajón económico en 2001, tanto demócratas como
republicanos estuvieron de acuerdo en que hacía falta un estímulo. En
cambio, el FMI, cuando se encontró con una caída de la economía en
Latinoamérica hizo lo mismo que en el este de Asia y recomendó una política
de contracción.


-Lo que más me sorprende es que hasta los gobiernos socialistas han hecho lo que quería el Fondo, e incluso todo lo posible por convencernos a los ciudadanos de que ésa era la única posibilidad. Era un dogma.


-Eso es precisamente lo preocupante. Por ejemplo, el exceso de atención a la
inflación en sociedades y economías en las que la inflación no es un
problema, es un error. La primera responsabilidad de un gobierno es promover
el empleo y el crecimiento. Controlar la inflación es un instrumento para un
fin. La experiencia indica que, mientras la inflación sea baja o moderada,
no tiene efectos negativos. Centrarse de una manera tan obsesiva en la
inflación puede ser muy pernicioso
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sábado, 2 de junio de 2012

Lenguaje e Imperio: Mi lenguaje, tu prisión

Cuando nos daremos cuenta de que existen otros?


Santiago




Dr. Thorsten Pattberg es lingüista y autor de The East-West Dichotomy (2009), Shengren (2011), e Inside Peking University (2012). Actualmente está en el consejo de la German East Asiatic Society en Tokio, Japón. Este artículo fue publicado primero en Asia Times el 24 de mayo de 2012. (Copyright 2012 Thorsten Pattberg.)


"Los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo". Ludwig Wittgenstein




El capitalismo obliga a la gente a competir implacablemente por cuotas de mercado, recursos naturales, y capital humano. Menos obvio es que también batalla por terminologías. Es llamado lingüismo...
Filosofía, religión, y ciencia son conceptos ideológicos que sirven las necesidades de Occidente dominante, y que en el pasado casi nunca eran cuestionados. En este siglo, sin embargo, esto podría cambiar.
Debido a la antigua conquista europea del mundo, la mayoría de los pueblos avasallados adoptaron vocabularios europeos. El resultado es un nutrido grupo de “estudiantes internacionales” que ya no tienen otros conceptos disponibles fuera de filosofía, religión, y ciencia, para explicar toda la gama del pensamiento humano. Es un poco intelectualmente árido.
La reducción de todos los vocabularios del mundo a unas pocas palabras inherentemente europeas hace que la composición de una “Filosofía de China” sin utilizar un solo término chino original sea fácil para nuestras élites.
La palabra “filosofía” incluye todo lo extranjero, mientras está firmemente arraigada en la tradición occidental. Al mismo tiempo la palabra carece de todo extranjerismo cuando nos referimos solamente a nosotros mismos. Por lo tanto, un libro titulado ‘Historia de la Filosofía’ puede incluir un capítulo sobre Confucio o no – en ambos casos no dejaría de convertir en realidad la promesa de su título.
Si preguntásemos a un estadounidense, ¿cuál es el mayor sindicato del mundo? probablemente respondería que son los sindicatos, la Cosa Nostra, los masones, o tal vez los anarquistas. En realidad, no es ninguno de ellos – son los filósofos.
Lo que comenzó en Grecia como la escuela de filosofía de Platón eliminó a todos sus competidores, conspiró con la religión, y es ahora una especie de proyecto de membresía obligatoria para todas las sociedades humanas del mundo. Ningún gran pensador de cualquier cultura puede escapar a nuestra etiqueta de “filósofo” aunque no lo sea, y ningún hombre de letras saldrá de nuestras universidades sin un PhD –un doctorado en filosofía–, aunque no tenga nada que ver con ella.
Si consultamos la historia real, “filósofo” no fue siquiera un concepto en el Este de Asia antes de que Nishi Armani lo tradujera al japonés tetsukagusha cerca de 1871. No existe ningún ejemplo de la palabra “filosofía” (en chino moderno: zhexue ) en ninguno de los clásicos del Este de Asia. Nuestros libros sobre “Filosofía China” son una falsificación flagrante, y nuestros “Departamentos de Filosofía Oriental” son crueles ficciones.
Es algo hermoso, la destrucción de palabras extranjeras. Hemos dado con el shengren , que es seijin en japonés, y seng-yin en coreano, y los hemos alterado, o utilizando el término oficial, traducido como “filósofos chinos”, “filósofos japoneses”, “filósofos coreanos”. Y, hablando metafóricamente, hemos aniquilado el espiritual wenming chino y el bunmei de Japón, que ahora re-imaginamos a nuestra manera como “civilizaciones” materialistas.
Empleamos a miles de eruditos, todos “doctores en filosofía”, que aseguran que nuestras “correcciones” del conocimiento humano se parezcan al original. En todo caso, el público no podría establecer la diferencia entre un shengren y un filósofo. De hecho, el público no puede saber lo que ha sido omitido de nuestros textos de estudio.
Tal vez nuestra mayor invención hasta ahora fue “ciencia”. Tal vez existan ideas igualmente admirables en los vastos dominios de sastras y sutras , o que todavía existan en China innumerables enseñanzas, jiao . Sin embargo, a la gente se le enseña que es la ciencia, una palabra y un concepto occidental, que todos debemos adorar y a la que debemos aspirar.
Tal vez “globalización” sea solo otro brillante eufemismo para esta continua destrucción de ideas no-occidentales. Queremos ‘economía’, no jingji . Queremos ‘globalización’, no tianren heyi . No son lo mismo. Exigimos ‘democracia’ en China, pero técnicamente esa palabra no puede existir en ese país.
Lo próximo es “religión”. Religión es cristianismo. Todos vivimos en el año 2012 de nuestro Señor, Jesucristo. El motivo por el cual llamamos “religión” enseñanzas como budismo o confucionismo es simplemente porque queremos extender nuestra religión sobre todo lo que tengan, digerirlos, administrar conocimientos extranjeros en nuestros libros sobre “Religiones del mundo”.
Cuesta imaginar al presidente de EE.UU. diciendo: “¡Alá bendiga EE.UU.!” O al Papa llamando a Jesucristo y San Nicolás “Buda” y “ Shengren ”. Pero afirmamos permanentemente que los musulmanes tienen un Dios y que Confucio es un santo.
A nuestros estudiantes se les dice convenientemente que hay “santos” y “filósofos” por toda Asia, pero evidentemente no hay ni un solo buda, bodhisattva , o shengren en Europa o en EE.UU. Pensad. ¿Cuál es esa probabilidad?
Cualquier lingüista que valga la pena, sabe que los vocabularios de los lenguajes del mundo se suman, no se superponen. La traducción es siempre reducción: una palabra reconocida, la otra… eliminada.
En este caso, como tan a menudo nos basamos en la potencia de nuestra flor y nata. En el pasado los conquistadores obtenían derecho al territorio ocupado. Hoy reciben contratos con algún editor de Oxford o Cambridge sobre la historia de “algo” – algo que ahora se escribe en inglés. Qué mayor obsequio se puede otorgar a un hombre de intelecto que la entrega de la soberanía sobre la definición del pensamiento extranjero.
La traducción es una forma de engaño mental, y su fin es siempre el poder. El poder reside en la apropiación de otros. Seguro, los nombres verdaderos siempre derrotan a los nombres falsos; es precisamente el motivo por el cual los chinos quieren conservar sus propios nombres, y los europeos hacemos todo lo posible por apropiarnos de esos nombres. Pensad en el hábito occidental de invertir los apellidos y los nombres chinos, lo que raya en coerción.
Qué mejor uso de un ejército de eruditos necesitados que frecuentemente viven de la caridad estatal que ayudar a Europa a llenar sus bibliotecas de falsificaciones útiles. ¡Aquí un libro “Religión de China”; allí un libro “Revolución Científica en China”; allá otro “Filosofía clásica china”! Los eruditos transmutan la historia, deforman la realidad, ocultan los nombres correctos.
Conceptos extranjeros clave como daxue (que nosotros llamamos “universidad”, shengren (que nosotros llamamos “santos”) o junzi (que nosotros llamamos “caballeros”) tienen en su uso nativo un significado heterodoxo. El pensamiento extranjero como rujiao o fojiao es pensamiento indeseado. Lo “no-europeo” obviamente existe, pero debido a sus orígenes no-europeos, conceptos extranjeros hacen que Europa se sienta incompleta e ineducada.
Un ejemplo destacado es Alemania que siempre rindió culto al poder e inició todo el asunto de Kulturwissenschaften (queriendo decir la ciencia de las culturas). A pesar del incansable estudio de culturas y lenguajes extranjeros, los alemanes solo los trataron como objetos muertos. Como un siniestro efecto secundario, Alemania, con la excepción de la tardía influencia estadounidense que le fue impuesta, siempre siguió siendo absoluta y totalitariamente libre de lo foráneo.
Por cierto, el sinólogo europeo más completo es siempre el menos chino. O, ¿habéis encontrado algún día un entomólogo que sea una mariposa?
Nada debe interferir con nuestros significados de ciencia, religión, y filosofía. Nunca debemos permitir que terminología clave extranjera –todos esos matices inútiles de significados orientales– influencie nuestra esfera pública y debilite nuestro lingüismo. Queremos esta libertad. Otra más.