viernes, 21 de septiembre de 2018

Salir del Laberinto

Les dejo aqui un analisis de Mauro, que saliera en Rosario/12:

https://www.pagina12.com.ar/143509-salir-del-laberinto

Santiago

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Se podría decir que el capitalismo ha fragmentado al hombre. En principio separándolo de las comunidades prístinas a las que pertenecía.

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Ha fragmentado su cuerpo y lo ha transformado en mercancía, y en objeto de explotación. Lo volvió a esclavizar de una forma velada e inusitada. Le ha otorgado nuevos jefes, ha renovado sus formas de dominarlo. Ha logrado lo que ningún otro régimen en la historia. Sus formas de control han sido las más eficaces y eficientes. Ha penetrado profundamente en los cuerpos, llegando a lo más hondo del inconsciente. Ha sido el mejor prestidigitador, manejando los hilos de una marioneta que desconoce a los que la mueven. Alienó al hombre, ligó su felicidad al consumo. Lo hizo desear lo que nunca podría tener.

Hay que pensar todo lo que implicó ese mecanismo, esa dinámica, para después pasar a estudiar lo que hace el capitalismo neoliberal (como intensificación de todo lo que hizo el capitalismo, es decir, el neoliberalismo como expresión extrema del capitalismo). Porque desaparecen o se debilitan los mecanismos de control del mercado y del accionar de las clases dominantes. El estado, la regulación de la economía, quedan a merced del avance del mercado, que impone su ley despiadada. Así se globaliza y transforma en mercancía todo lo que toca. Este modelo sólo pudo implantarse en América Latina, a punta de pistola, de la mano del terror, favorecido también por la derrota político militar de las organizaciones populares y/o revolucionarias. Hay que decir, en ese sentido, que las políticas neoliberales se han intentado imponer en la historia mucho antes, pero no han logrado implantarse a causa de la lucha de los trabajadores o sus organizaciones políticas que lo impidieron, como también por el resultado de la correlación de fuerzas expresada en la ocupación del Estado.

Pero una vez que las clases dominantes lograron su objetivo, las condiciones políticas para avanzar sobre el resto de la sociedad quedaron allanadas. El neoliberalismo podría pensarse como la toma del Estado por las clases dominantes, tal vez como si se tratara de un trofeo de guerra. Es cierto que en esta etapa que estamos viviendo el neoliberalismo se logró imponer a través de las elecciones, junto con una alianza con los medios de comunicación monopólicos, y con el poder judicial. Habría entonces que analizar qué características adopta esta etapa. El rol de los medios de comunicación y del poder judicial, y otros factores que tal vez aquí no alcanzo a mencionar.

Lo que particularmente queremos resaltar en este artículo es qué pasa con las subjetividades en el neoliberalismo. Éste profundiza, lleva al extremo la lógica de funcionamiento del capitalismo, mercantilizando la vida, sin dejar nada por fuera de esta lógica. Son formidables sus estrategias de disciplinamiento y seducción, sus mecanismos de captura, sus juegos de máscaras, su prestidigitación. Todo puede venderse y o comprarse. El hombre tiene un precio, su historia y su futuro lo tienen. Todos aquellos espacios donde imperaban prácticas sociales que no se regían por su lógica terminan siendo afectadas e integradas en su órbita. Lazos construidos en base a la solidaridad, al altruismo, a la fraternidad, terminan desintegrándose.

El hombre ha adquirido una condición miserable. Pertenecemos a una generación tremendamente golpeada por la lógica de producción y reproducción del capital. Nuestros valores, nuestro modo de amar y de existir y de concebir al otro, se tornan mercadeables.

Hemos crecido con sus mensajes, nos hemos formado compitiendo unos contra otros. Quisimos llegar a lo más alto, ser famosos o gloriosos. Es muy difícil no escuchar y dejarse seducir por esos mensajes. En este sentido la televisión hizo estragos con nosotros. Y cuando digo nosotros me refiero a la generación del ochenta -aunque se podría extender esto a otras generaciones- que creció bajo la dictadura, cuando ya el sueño colectivo había sido derrotado. ¿Qué otra alternativa les quedó a nuestros padres y maestros que seducirnos para que tomáramos el tren que conducía hacia esas tierras desoladas? ¿Qué otra alternativa nos quedó que seguirlos? Al final de ese viaje estaba el desierto, del que no salimos ilesos o del que todavía muchos no pueden salir. Narcisismo, dictadura del Yo, que quiere presentarse como la primera y la última verdad, el único lugar habitable. El neoliberalismo hace pie en esa instancia. Hipertrofia al yo, le soba la espalda. Hedonismo, no hay otra manera de disfrutar o sentir placer que no parta y termine en el yo.

No podemos jugar porque no toleramos la derrota. No podemos disfrutar porque es una pérdida de tiempo. El tiempo, el tiempo de la producción, arrastra con todas las otras temporalidades. Hay una sensación de fatiga adherida a nuestros cuerpos. Estamos confundidos, por momentos no sabemos lo que queremos, pero tenemos una sospecha: esto ya no va más. Sospechamos que el neoliberalismo vive en la profundidad de nuestros cuerpos, y que es muy difícil erradicar lo que habita en los lugares más recónditos de nuestros del inconsciente. Nunca agarraremos la sortija que nos enseñaron a anhelar. La calesita no podrá seguir girando sin nosotros. Hay que bajarse. Ya nada esperamos del neoliberalismo. No somos felices, lo sabemos. No le podemos pedir al régimen que nos saque del laberinto en el que nos introdujo. Cada vez que lo intentamos nos perdemos más todavía. Y no podemos decir que no lo intentamos. Pero estamos en Laberintolandia. Se nos abre una puerta, respiramos un poco de aire fresco, e inmediatamente se cierra otra. Salimos e ingresamos al mismo tiempo. Tendremos que juntarnos, amarnos estando perdidos. Tendremos que salir todos, tomados de la mano. Esta lucha la ganamos entre todos o no la gana nadie. Las ideas de éxito imperantes ya han perdido.


Mauro Paradiso

mauritania75@yahoo.com.ar