domingo, 7 de octubre de 2007

ENTREVISTA A GUILLERMO FOLADORI, investigador especializado en nanotecnología y medio ambiente

Guillermo Foladori nació en Uruguay, pero desde joven vivió en diferentes países americanos, como México, Honduras, Nicaragua, Brasil y Uruguay. Fue profesor en la Universidad Nacional Autónoma de México, la Universidad Autónoma de Honduras y la Universidade Federal de Paraná, en Brasil.
A partir de una beca de investigación que realizó en la Universidad de Columbia en 2002, el antropólogo y doctor en Economía comenzó a estudiar el impacto social de la nanotecnología –la tecnología que diseña materiales a escala diminuta– y la percepción pública de sus potenciales riesgos.
Hoy forma parte de una red latinoamericana de investigación social sobre la nanotecnología y es además miembro de la Internacional Nanotechnology & Society Network. Durante una reciente visita a Buenos Aires, en ocasión del Encuentro NanoMercosur 2007, dialogó con la Agencia CyTA.
(27-9-07 -Agencia CyTA-Instituto Leloir. Por Laura García Oviedo)



-Estudió antropología y luego economía, ¿cómo llegó a interesarse por la nanotecnología?


-Estuve en los Estados Unidos como profesor visitante en un centro de la Universidad de Columbia en 2002, año muy importante para la nanotecnología en ese país, porque un año antes se había lanzado el programa nacional conocido como la “National Nanotechnology Initiative”. Era un tema de alta discusión casi cotidiano, y yo que estaba trabajando en un centro de políticas de ciencia y tecnología me enteré allí que existía la nanotecnología.

-¿Desde qué perspectiva comenzó a estudiar ese campo?


-Me interesó estudiar cuáles pueden ser las implicancias y los impactos de la nanotecnología en la sociedad. Allí comenzamos a establecer contactos, y el año pasado luego de un esfuerzo importante logramos lanzar una red latinoamericana de nanotecnología y sociedad, que se llama REDLans.

-Hoy ya se venden en el mundo productos “nano” como cosméticos, heladeras y hasta pelotitas de golf fabricadas con materiales nanométricos, ¿Por qué cree que se habla más de los beneficios de la nanotecnología que de los potenciales riesgos?


-Porque nuestra ciencia, y la ciencia en el mundo en su conjunto, está comandada por el mercado. Y al mercado lo que le importa es vender, no dudar de lo que vende. El impulso que el mercado le da a la ciencia es “primero vender” y luego, en caso de que aparezcan accidentes o problemas, analizar los riesgos. Y esto va en contra del principio de precaución, donde para introducir algo en el mercado hay que demostrar que no implica riesgos.

-Que es lo que sí sucede con, por ejemplo, los medicamentos y los alimentos, que necesitan pasar toda una serie de exámenes para que se apruebe su comercialización.


-Es una paradoja muy interesante, porque si se quiere introducir un nuevo fármaco en el mercado se deben pasar por un montón de pruebas y demostrar que sus beneficios son mayores que sus posibles perjuicios. Sin embargo, la sociedad está introduciendo una nueva tecnología, la nanotecnología, y no prueba si implica riesgos de antemano. Sin dudas, tendrá un impacto mayor en toda la sociedad humana, y no se le exigen pruebas ni evaluación de los posibles riesgos. Eso es una paradoja, ¿verdad?

-Como investigador, ¿qué opina sobre el hecho de que ya existan productos a la venta en el mercado?


-Están entrando productos “nano” al mercado todos los días, y esto es sólo el principio: es una revolución que se va a imponer de una manera muy rápida, tal vez en una generación. Hay datos de crecimiento exponencial que la nanotecnología va a tener en los próximos diez años, y son asombrosos. El momento en el que comiencen a haber regulaciones o reglamentaciones, va a ser cuando ya haya copado el mercado. Algunos productos ya informan en sus etiquetas que tienen nanocomponentes, pero hay muchos otros que no. No hay ninguna reglamentación que obligue a etiquetar. Este año la Food and Drug Administration (FDA) de los Estados Unidos declaró que este tipo de productos no necesita un examen diferente al resto, lo cual es una contradicción, porque ellos mismos reconocen que en la nanoescala los materiales tienen otras propiedades. Pero así y todo, no obligan a ningún tipo de evaluación diferente.

-Con respecto a las patentes, ¿cuál es la situación entre los países que investigan el tema?


-Las patentes han pasado a ser un tema central en el comercio internacional en los últimos años ya que se han extendido a los conocimientos y hasta a los seres vivos. Su control es muy importante porque implica tener en ciertos casos un precio de monopolio durante 20 años. Hoy en día es un tema incorporado en todos los tratados de comercio, y generalmente hay cláusulas restrictivas que favorecen a los países más poderosos para beneficiarse con las patentes. Es una situación muy delicada, y los gobiernos deberían tenerla en cuenta.

-¿Cuál cree que debería ser la estrategia para desarrollar la nanotecnología?


-La única manera de alentar una nueva trayectoria tecnológica como la nanotecnología, que es interdisciplinaria y que conlleva una nueva visión del mundo, es que se comiencen a reformar los planes de estudio desde la escuela primaria. Algo que ya se está haciendo en varios países, mientras que en otros se sigue pensando en hacer sólo centros de excelencia para unos pocos expertos. Esa estrategia no tiene sustentabilidad a largo alcance. Podrán conseguir media docena de patentes, pero no es un proyecto de país. La nanotecnología es una nueva revolución industrial.

-¿Es una nueva revolución industrial?


-El punto es que no es una nueva tecnología que se va a aplicar en un único sector; es una plataforma que va a barrer con toda la tecnología existente. Toda la gente, como consumidora, como trabajadora, se revolucionará. No se trata de encontrar un nicho de mercado para patentar un producto más. Estamos hablando que así cómo la Revolución Industrial modificó la sociedad, la nanotecnología va a transformarla más rápido y de manera más profunda.

-¿Qué pasa con la percepción pública de la nanotecnología?


-En América Latina el público no conoce mucho qué es la nanotecnología, pero en Europa es un tema de gran interés debido al antecedente de los organismos genéticamente modificados. La gente está reticente a comerse cualquier producto nuevo sin saber qué se está comiendo. Si se llega a crear una imagen negativa de los productos fabricados mediante nanotecnología, se acabó el mercado. Por eso existe gran preocupación por convencer al público.

-¿Hay muchas investigaciones efectuadas sobre la percepción del público sobre esta tecnología?


-Cuando se publicó la novela “Presa” del novelista Michael Crichton se armó mucho revuelo, porque despertaba connotaciones negativas sobre la nanotecnología, ya que trata de unos personajes, los “nanobots”, que comían a las personas. Lux Research, que es una de las corporaciones que trabajan en este campo, estima que el 40% de los riesgos de los productos con nanotecnología son riesgos percibidos.

-¿Qué son los “riesgos percibidos”?


-En Lux Research dividen los riesgos en diferentes categorías, y los “percibidos” son aquellos que no tienen fundamento científico. Por eso las corporaciones dicen que si el público tuviera una educación, y los medios de comunicación apoyaran esta educación, se podría reducir ese porcentaje, algo que sería más beneficioso para el mercado. Es muy importante para las empresas que la gente crea que esto sirve, y que los bichos (los “nanobots”) no se los van a tragar.

-¿Qué se sabe sobre los riesgos de la nanotecnología, y qué no?


-Desde los años 90 se han hecho diferentes pruebas que demuestran que existen riesgos para la salud y el ambiente. Se sabe que las nanopartículas son tan chiquitas que pueden penetrar en la piel e ingresar al torrente sanguíneo. ¿Eso puede implicar un riesgo importante? Hay que estudiarlo. Pero en países como los Estados Unidos, sólo el 5% de todo el presupuesto público que se invierte en investigación en nanotecnología se destina a ese tipo de estudios. ¿Cómo va a haber entonces datos sobre los riesgos si no hay fondos destinados a investigarlos?

-¿Entonces cuál cree que es la solución?


-La solución es el principio de precaución. ¿Qué significa? Que cuando se introduce un producto nuevo en el mercado, y hay razones científicas para creer que ese producto puede tener efectos no previstos, hay que parar la entrada al mercado hasta que se demuestre que no tiene consecuencias negativas para la salud y el ambiente. Para muchos esto significa enlentecer; pero en realidad enlentece el mercado, no la investigación.

-¿No pasa que siempre cuando emerge una nueva tecnología se levantan voces que afirma que su impacto será terrible?


-Sí, pero siempre cuando surge una nueva tecnología también se dice que va a solucionar el problema de la pobreza y se hacen muchas otras promesas. Pero lo cierto es que la inequidad y la diferenciación social es cada vez mayor, a pesar de estas nuevas tecnologías. El problema, sin duda, es mucho más complejo.

-¿Cómo está conformada RedLans, la red latinoamericana de investigadores sociales en nanotecnología?


-La red trata de agrupar a aquellos investigadores que se interesan por una visión de conjunto de la nanotecnología, no sólo desde el punto de vista técnico, sino desde el contexto social, que incluye las implicancias sociales, los impactos ambientales, la ética, y la salud. Una visión más amplia, que no es fácil de encontrar. Ya hay alrededor de 20 miembros de Uruguay, Brasil, Argentina, Chile, Venezuela y México. Aún somos pocos.

-¿Es una red pionera en la región?


-Hay una red brasileña que se formó antes, que es la red RedNanoSoma, que significa “Red Nanotecnología, Sociedad y Medio Ambiente”. La nuestra, en la que participan varios de los investigadores de Brasil, es una red latinoamericana. Es pionera en ese sentido, y creemos que es muy necesaria porque los pocos países que están trabajando fuerte en este área, que son básicamente Brasil, México y Argentina, y que cuentan con apoyo oficial, tienen un enfoque bastante limitado en los programas de desarrollo de la nanotecnología.

-¿Por qué piensa que son programas limitados?


-Por ejemplo, el programa brasileño, que es uno de los más avanzados y antiguos –sus antecedentes se remontan al 2001–, todavía no aborda en absoluto el tema de los riesgos ambientales, ni los riesgos a la salud. Con reticencia ha incluido una red en lo social. Y ni hablar de lo que sucede en la Argentina, dónde no se mencionan los posibles riesgos e impactos del uso de la nanotecnología en el mercado, y lo mismo en los documentos mexicanos. Por esa razón, es necesario un enfoque global.


-¿Los investigadores de la red de qué áreas provienen?


-Como se trata de los impactos sociales, la mayoría son especialistas en ese área. Pero hay muchos que a pesar de venir de las ciencias “duras”, como la física y la química, tienen una visión más amplia o un compromiso político que los hace ver más allá de su microscopio.

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