Excelente,
Que le aprovechen,
Abrazos,
Santiago
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por Stevphen Shukaitis Traducción de Marcelo Expósito
1. «¡Se publica para encontrar camaradas!». Esta declaración de André Breton (1997: 52) es adecuada para comenzar a discutir qué significa o qué significaría una insurrección de los editados. No se trata de una declaración simplista de Breton, sino de algo sobre lo que merece realmente la pena reflexionar con el fin de sopesar los cambios acaecidos en la relación actualmente agitada entre la edición, la política y más en general el trabajo cultural. Porque lo que Breton dice aquí no es que uno publique para propagar y difundir algo ya absolutamente concebido: no se trata de publicar una revelación o de hacer tomar conciencia a un público fijo imaginario. Bretón está describiendo más bien algo que podría llamarse una edición de resonancia. Esto es, no una práctica de la edición que tenga necesariamente la intención de convencer a alguien de algo, sino que más bien funciona estableciendo las condiciones para una coproducción del significado. Publicar no es por tanto algo que ocurre al final de un proceso de pensamiento, el llevar adelante un trabajo intelectual o artístico, sino más bien el establecer un proceso social donde este trabajo se pueda desarrollar.
2. En este sentido, podría pensarse que la organización misma del proceso productivo editorial es tan importante como lo que se produce. ¿De qué manera? Se deduce lógicamente de la idea de que uno publica con el fin de animar nuevas formas de relaciones sociales, que se hacen posibles mediante la extensión y el desarrollo editorial, mediante la relación social que ello anima. Publicar comporta por sí mismo y a través suyo ciertas competencias de cooperación social que son valiosas aun cuando lo que se produzca como producto final no sea un resultado excelso. Esto podría incluso no tener ninguna importancia. En resumen, publicar es la iniciación de un proceso corporizado que produce y reproduce conocimiento y comprensión, antes que la creación de objetos fijos que contienen y fijan un entendimiento completo. La producción de una comunidad de colaboración y de significados compartidos, la producción de un público, contiene de por sí una riqueza que es a veces más grande que un simple texto. La producción del texto es valiosa solo por las relaciones sociales en las que se inserta y a través de las cuales produce significado.
3. Es por esta razón que ha habido históricamente una cercana relación entre formas de movimientos sociales y cambios en la producción de medios de comunicación. Esto se puede ver claramente en el excelente libro de Sean Steward On the Ground (2011), que explora la conexión entre el desarrollo de la escena underground y contracultural y la emergencia de la edición alternativa en la década de 1960. Hay entre ellas una relación semejante a la que ha sido explorada con frecuencia en el desarrollo de las políticas radicales de la década de 1970, particularmente en lo que respecta al surgimiento de la producción de fanzines en torno al punk y el uso de fotocopiadoras (2008). De manera semejante, Jodi Dean ha sugerido que tuvieron una gran importancia en la formación del partido bolchevique las necesidades impuestas por la publicación de un diario, con los intensos compromisos y formas de organización necesarias para sostenerlo (2013). Esto no es caer en un determinismo tecnológico Mcluhanesco donde los cambios en la forma de los medios de comunicación son la imagen directa de cambios en la composición social la cual a su vez determinan. Se trata más bien de reconocer que la producción medial y las culturas de los movimientos sociales están estrechamente entretejidas, de tal manera que los cambios recíprocos son complejos y suceden a varios niveles.
4. Probablemente uno podría encontrar un gran número de otros ejemplos para pensar sobre la relación entre los cambios en la imprenta y la política, haciendo un análisis comparativo de tales ejemplos, y sobre qué han significado estos cambios para quienes se han visto implicados. Y eso sería útil porque quizá nos conduciría a desarrollar una gramática más refinada de la subjetivación política en relación con la naturaleza cambiante de las políticas de edición [1]. Y se podría continuar con la explosión de entusiasmo que vino con las varias olas y cambios en el surgimiento de la tecnología de internet, entusiasmo que retorna después de los repetidos estallidos de las burbujas tecnológicas, para resurgir con cada nueva y sucesiva forma de interacción tecnológica, de los blogs a los medios sociales (Henwood, 2003). Es importante aprender de estas lecciones pasadas en la medida en que nos permitan acometer una insurrección de los editados enfrentada a las dinámicas del presente. ¿Cuáles son las condiciones actuales de las políticas de edición como afectos en los regímenes laborales, culturales y mediales actualmente en transformación?
5. Uno podría estar tentado a pensar en las actuales dinámicas de las políticas editoriales empezando por la línea lanzada por David Batterham, en el sentido de que la mayoría de los libreros son bastante chapuceros, lo que según él no resulta sorprendente «dado que todos nos las hemos arreglado para escapar o evitar formas de trabajo más regulares» (2011: 7). El problema de esta observación es que, mientras antaño pudiera haber sido posible escapar de «formas de trabajo más regulares» mediante ciertas ocupaciones literarias o editoriales, hoy parece más bien que es el trabajo el que escapa de nosotros, en el sentido de que los empleos dignamente remunerados han desaparecido en general de las industrias editoriales y mediales. El otro día conversaba con un amigo empleado en una editorial independiente bastante grande y me describía cómo estando cercano a los cuarenta y trabajando en algo próximo a lo que imaginaba que sería su trabajo ideal, aun así se veía obligado a compartir casa con otras tres personas y subsistir con unos ingresos más aptos para una vida estudiantil que para alguien que ha realizado un trabajo profesional durante más de diez años. Podríamos pensar, junto con Jaron Lanier (2013), que esto sucede como efecto de la destrucción del trabajo de clase media, particularmente las formas de trabajo cultural y de producción medial derivadas de las tecnologías en red.
6. ¿Estamos entonces experimentando una muerte de la imprenta? Alessandro Ludovico ha escrito recientemente un libro excelente que rastrea la historia de esta sugerencia desde la primera constancia que de la misma se tiene en 1894 hasta el presente (2011). Dado que se puede rastrear esta idea desde hace más de un siglo, quizá por ello no sorprenda que la pregonada muerte inminente de la imprenta suene un poco repetidamente exagerada. Pero que la imprenta no parezca ir a morir no significa que no esté cambiando, viéndose drásticamente afectada por las constantes transformaciones de la tecnología y las dinámicas del mundo digital. La publicación impresa se ve también modificada por sus propios sujetos y reclamos en conflicto, inmersa en variables expectativas sobre el papel de los medios y habituada a interrelacionarse con múltiples plataformas mediales. Ludovico sugiere que estas mutaciones en las políticas editoriales podrían paradójicamente conducir a una revitalización de la imprenta. Yo daría personalmente la bienvenida a este resultado, puesto que, a pesar de la actual explosión del número de materiales puestos a disposición por medios digitales, hay un cierto sentido del tacto que se pierde en el camino. En esta revitalización, la imprenta podría seguramente no ser el mismo medio de masas que antes fue. Quizá se trate de un proceso semejante al del ascenso de los medios digitales en la música, que se ha visto acompañado por la vuelta del vinilo como medio celebrado por sus cualidades estéticas.
7. Es en esta conjunción de dinámicas sociales y tecnológicas donde me gustaría situar un proyecto como Minor Compositions, la serie de ediciones que he estado dirigiendo para Autonomedia desde 2009. Su orientación general sintoniza con la historia de la propia Autonomedia, que ha estado publicando libros de teoría, cultura e historia anarquista y autónoma desde principios de la década de 1980. Minor Compositions comenzó como un subproyecto de Autonomedia, en el sentido de que era (y es) parte de ella, pero operando con un alto grado de independencia editorial. Y dado que Autonomedia ha sido siempre bastante escéptica en lo que atañe a la propiedad intelectual y a los cercamientos del conocimiento establecidos por el copyright, ello significa que habitualmente nos sentimos cómodos con que otras personas tomen y distribuyan libremente el trabajo que hemos hecho. Y en muchos casos esto es precisamente lo que ha sucedido, llevando a formas mucho más amplias y desarrolladas de distribución que no hubieran tenido lugar de otra manera, como es el caso de la extensa diseminación de la escritura de Hakim Bey / Peter Lamborn Wilson. En la mayoría de los casos no se trataba de que publicáramos en internet los archivos digitales de los libros gratuitos. Este fue un paso adelante que adoptó Minor Compositions, publicando el PDF final para descarga gratuita de cada título producido. Ha sido así para todos y cada uno de los diecinueve títulos que se han producido hasta ahora. No se puede decir que haya
habido una relación meramente positiva entre la compartición gratuita de información y la capacidad del proyecto para reproducirse, pero resulta complejo el hecho de que, si bien esta compartición ha requerido a veces costes significativos, a la vez ha producido beneficios en términos de circulación y desarrollo de ideas.
8. La pregunta sigue siendo ¿cómo afecta todo esto a las políticas de edición en código abierto? ¿Podemos afirmar que todavía son posibles cuando se han convertido, aun de manera distorsionada y diluida, en la política de numerosos gobiernos? Yo razonaría que sí, que hay todavía potencialidades políticas en la publicación abierta para una insurrección de los editados, pero son más nebulosas y complicadas que antes.Mientras que hace varios años habría parecido razonable pensar que el acto mismo de la publicación abierta podría servir como base de una política enfrentada a los argumentos de conservadores como Mark Helprin, quien acusó a quienes estaban implicados en la producción open source de ser precursores de un nuevo barbarismo digital (2009), hoy ya no es así. El acto y el proceso de la edición en código abierto no son por sí mismos suficientes como base de una política. La cuestión es más bien, volviendo a Breton, qué se hace posible mediante el proceso de publicación abierta. Gary Hall, uno de los fundadores de Open Humanities Press, argumenta que «la ética y la política de edición y archivo open-access no viene preestablecida, sino que tiene que ser producida e inventada creativamente por sus usuarios en el proceso mismo de uso» (2008: 27).
9. Esto significa que invocar la noción de apertura o recurrir a ella continuamente pudiera ser efectivamente una condición para la insurrección de los editados, pero no su única característica. Hemos de plantearnos también estas preguntas: ¿cómo y para quién se constituye esta apertura? O lo que quizá sea más importante, ¿qué es lo abierto de la publicación abierta?, ¿qué tipos de relaciones sociales sostiene?, ¿cuáles ayuda a evitar?, ¿cómo puede servir para extender la socialidad editorial que argumentaba Breton? Una manera interesante de pensar este tipo de cuestiones, aunque sea un poco extraña, sería remitirse al comentario de Agamben acerca de las investigaciones sobre las garrapatas de Jakob Johann von Uexküll (2006). Tal y como Uexküll la describe, la garrapata está completamente abierta al mundo. Pero hay que decir también que su apertura se constituye en una manera bastante limitada: sentir el movimiento de la sangre cálida de un mamífero sobre el que dejarse caer y, una vez succionado su necesario alimento, morir. En esta versión de lo abierto, no se trata de una capacidad ilimitada de devenir y transformarse, sino más bien de la capacidad que el organismo tiene de interactuar con su mundo particular. No es por tanto cierto el afirmar que la garrapata no está abierta al mundo; lo está tanto como puede, sosteniéndose mediante esa relación con el mundo.
10. La insurrección de los editados debe comenzar por esas preguntas. ¿Cuál es la apertura al mundo producida mediante las relaciones sociales editoriales en las que actualmente nos encontramos? Esto no se puede responder analizando las políticas de producción mediales por sí solas o el mero trabajo implicado en la producción de los medios, no importa cúan político o no cada caso nos parezca. La cuestión es más bien cuál es la ecología medial de las políticas editoriales que está inserta a su vez en ecologías más amplias de producción, circulación, distribución y consumo medial, en una era en la que la diferencia entre estas acciones antes distintas entre sí tiende crecientemente a disiparse. No se trata sencillamente de cuál es el mejor modo de organizar la producción editorial y medial autónoma, aunque eso sea una tarea importante, sino también de cuáles son las mejores maneras de organizar los públicos y los undercommons (Harney y Moten, 2013) que se articulan mediante la producción medial, los cuales a su vez realimentan y sostienen el desarrollo continuo y el mundo de vida de la producción medial autónoma. Como Breton diría todavía hoy, se publica para encontrar camaradas, pero no meramente para encontrar camaradas como consumidores de información o medios, sino más bien co-conspiradores y cómplices.
Referencias:
Agamben, Giorgio (2006), Lo abierto. El hombre y el animal, Buenos Aires: Adriana Hidalgo.
Batterham, David (2011), Among Booksellers: Tales Told in Letters to Howard Hodgkin, York: Stone Trough
Books.
Breton, André (1997), citado en Gareth Branwyn, Jamming the Media: A Citizen’s Guide Reclaiming the Tools of Communication, Vancouver, Chronicle Books.
Dean, Jodi (2013), El horizonte comunista, Barcelona: Bellaterra.
Duncombe, Stephen (2008), Notes from the Underground, Bloomington: Microcosm.
Hall, Gary (2008), Digitize This Book! The Politics of New Media, or Why We Need Open Access Now, Minneapolis: University of Minnesota Press.
Harney, Stefano y Moten, Fred (2013), The Undercommons. Fugitive Planning & Black Study, Oakland: Minor Compositions, AK Press.
Helprin, Mark (2009), Digital Barbarism: A Writer’s Manifesto, New York: Harper.
Henwood, Doug (2003), After the New Economy, New York: New Press.
Kluge, Alexander y Oskar Negt (1993), The Public Sphere and Experience. Towards and Analysis of the Bourgeios and Proletarian Public Sphere, Minneapolis: The University of Minnesota Press.
Lanier, Jaron (2013), Who Owns the Future?, London: Penguin.
Ludovico, Alessandro (2012), Post-Digital Print – The Mutation of Publishing since 1894, Eindhoven: Creating 010.
Stewart, Sean (2011), On the Ground, Oakland: PM Press.
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[1] Hay una cantidad inmensa de investigación académica que en múltiples campos ha explorado precisamente estas cuestiones, desde el trabajo de Habermas sobre el surgimiento de la esfera pública burguesa, pasando por la noción de esfera pública proletaria de Kluge y Negt (1993), hasta la actualización y expansión de la teoría de la esfera pública por Michael Warner y Nancy Fraser.